Por: Andrea Nardini y Jhonny Pérez[1]

Tomado de Semana Sostenible

El día después del Cerrejón

¿Se preguntan qué territorio nos dejará Cerrejón cuando se vaya? Habrá inmensas depresiones, con cobertura vegetal parcialmente recuperada, pero…siempre depresiones con cauces fluviales completamente modificados. Algunos de estos estarían confinados por obras, es decir, es un sistema artificial que debería mantenerse así –separado de la dinámica natural del territorio- para siempre. Y no estamos hablando solo del Arroyo Bruno, sino de muchos más en esa zona.

Es cierto que se trata de obras robustas y bien construidas, pero al fin y al cabo obras y -como la experiencia demuestra en todo el mundo- ninguna es eterna, ni importa que tan perfecto sea su diseño, tarde o temprano se dañará y por tanto fallará, a menos que se monitoree su estado, para mitigar eventuales daños provocados.

Cerrejón asegura se ocupará de la obra durante 30 años, pero ese lapso es totalmente despreciable si se compara con la vida de un río que se mide en decenas de miles de años o más. Si queremos ser coherentes con el paradigma anhelado del desarrollo sostenible, lo primero que hay que hacer es preocuparse por la herencia que vamos a dejar a nuestras futuras generaciones.

Teóricamente dichas obras están diseñadas para hacer frente a un evento de 10.000 años de recurrencia, pero sabemos muy bien que una serie larga de eventos mucho más “normales”, pero frecuentes, en conjunto puede ser hasta más destructora que un solo evento grande, porque erosiona de a poco las bases de nuestro coloso de arcilla.

Un futuro abismal

Lamentablemente, después de la despedida del Cerrejón, lo más probable es que nadie se preocupe del monitoreo y sobre todo del mantenimiento y reconstrucción periódica. Las obras aguantarían un tiempo largo, lo suficiente para que la comunidad y las instituciones se olviden del asunto. Pero en ocasión de un fenómeno de la “niña especial”, la obra maestra fallaría, el arroyo se desviaría, caería al agujero dejado por el tajo y literalmente se vería tragado por él.

Es difícil predecir lo que pasaría después, pero seguramente el impacto será memorable y los daños asociados difícilmente recuperables. Esa es la herencia que nos deja el Cerrejón en relación a este proyecto.

El futuro predecible de largo plazo para el Arroyo Bruno modificado por el proyecto del Cerrejón: algún día va a ser “tragado” por el tajo La Puente.

Cerrejón argumenta que luego de unos 10 años la vegetación del nuevo cauce se habrá estabilizado y la obra será auto sostenible. Pero esto no es cierto porque la dinámica natural de ese tipo de corriente implica avulsiones, no solo desplazamiento continuo de sus meandros sino verdaderos cambios abruptos de dirección con creación de nuevos cauces. Estos chocarían contra los jarillones artificiales concentrando su potencia de socavación en un solo punto. Por lo que surge la pregunta, ¿quién detendrá este tipo de fenómeno para siempre y sin intervenciones? La respuesta: nadie.

Si queremos ser pragmáticos, no existe alguna experiencia sobre un río parecido al Arroyo Bruno, al cual se le haya verificado su mantenimiento sin problemas durante siglos. Ni siquiera por algunas decenas de años. Este sería un experimento, no único, pero un experimento a cargo de la comunidad local y de Colombia.

Cabe notar que esta problemática de ríos entre obras artificiales no se refiere solo al Arroyo Bruno en La Guajira, sino que es mucho más general. Aplica por ejemplo a varios tramos del mismo rio Ranchería y seguramente de muchos otros. Es más, estas prácticas son comunes a todas las minerías que van a terminar su periodo de concesión en Colombia.

[1] Andrea Nardini – experto internacional en manejo de ríos y toma de decisiones ambientales – Jhonny Pérez – docente de Tiempo Completo, Facultad de Ingeniería, Universidad de La Guajira.