Preguntas a minminas: ¿necesitamos más gas cuando el mayor consumidor es la misma industria extractiva? ¿Es esta la transición energética necesaria para enfrentar la crisis climática?

Aunque el gas es más limpio que petróleo o carbón, el metano, principal componente del gas que se extrae de los YNC, es 86 veces más potente que el dióxido de carbono

Por: Andrés Gómez O. febrero 13, 2020

La ministra de Minas ha insistido en que el debate del fracking debe ser “técnico y no emocional”; para ella, los gremios petroleros y algunos de sus “ambientalistas”, la ciencia válida es solamente la que avala la explotación de los no convencionales. Si se opone al fracking, no es ciencia, se trata de emocionalidad. Gobierno y gremios ignoran de plano el acervo científico acumulado sobre los diversos peligros inherentes al uso de esta técnica, luego de casi dos décadas de su implementación en Estados Unidos; subestiman la seriedad de las decisiones sobre su prohibición en países con una extensa y sólida tradición de construcción científica y conocimiento detallado de su territorio como Francia, Alemania, y en los últimos meses, el Reino Unido, que encontró que “no es posible con la tecnología actual predecir con precisión la probabilidad de temblores asociados al fracking”. El último intento por desestimar la ciencia, por parte de esta feligresía pro– fracking, está dentro de la llamada “Conversación Nacional”, en la que desde presidencia se afirma que los Proyectos Pilotos que quieren imponer serían “para la transición energética”.

Dicha tesis desconoce el resultado de estudios de autoridades científicas como el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) y la Nasa, o universidades del prestigio de Colorado y Cornell, para contarnos una verdad a medias: quemar gas para producir energía es más limpio que usar petróleo o carbón. Es cierto que, si se remplazan centrales térmicas operadas con carbón o automóviles a gasolina, por gas, las emisiones de dióxido de carbono serán menores. Lo que no nos cuentan es que el metano, el principal componente del gas natural que se extrae de los YNC, tiene un efecto 86 veces más potente que el dióxido de carbono cuando se libera directamente a la atmósfera, según el IPCC. Menos hablar del gas que la industria libera directamente, o se fuga sin quemarse de pozos, tanques y tuberías, en general, por el mal funcionamiento de sus equipos. Según la Universidad de Colorado, la industria petrolera estadounidense emite 13 millones de toneladas métricas de metano anualmente; el impacto climático de estas fugas en 2015 fue aproximadamente el mismo que el de las emisiones de dióxido de carbono de todas las centrales eléctricas de carbón que operaron en ese país en 2015. Así, los beneficios climáticos de pasar del carbón al gas natural en el sector de la energía eléctrica o del transporte, desaparecen.

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Menos hablar del gas que la industria libera directamente, o se fuga sin quemarse de pozos, tanques y tuberías, en general, por el mal funcionamiento de sus equipos
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Un estudio publicado a finales del año pasado, analizó un incidente de descontrol de pozo de fracking en Ohio, que pasó desapercibido en 2018, y que liberó metano a la atmósfera por 20 días, emisiones equivalentes a las generadas por toda la industria petrolera Noruega en un año. Las fugas de metano, un gas inodoro, no detectable a simple vista, son más comunes de lo que nos quieren hacer creer: periodistas del New York Times, usaron un pequeño avión repleto de instrumentos científicos, para sobrevolar zonas de explotación en la cuenca del “Permian”, una de las principales del país. En pocas horas, los instrumentos identificaron seis zonas de fugas inusualmente altas que las ubican en la categoría de «superemisores», término utilizado por los científicos para describir emisiones desproporcionadamente altas de metano. Los periodistas afirman en su investigación que el metano en Estados Unidos está regulado débilmente, como consecuencia del intenso lobby de la industria: «un monitoreo más frecuente no sería rentable», una regulación más estricta sería «costosa y onerosa». ¿Qué podríamos esperar en Colombia?

Un registro similar se realizó en septiembre del año pasado en más de 50 puntos del Magdalena Medio, a pozos e infraestructura de varias empresas petroleras que explotan yacimientos convencionales, entre ellas Ecopetrol. Activistas de la región, junto a las organizaciones estadounidenses CEDHA y Earthworks, utilizaron la cámara térmica FLIR GMF20, que detecta emisiones de gases, entre ellos metano, buscando evidenciar posibles fugas en tiempo real; y las encontraron en cada lugar que visitaron. Para el experto detrás del registro, Daniel Taillant, “a causa de esta desactualización tecnológica, Ecopetrol está emitiendo cuantiosos gases incluyendo metano, y Compuestos Orgánicos Volatiles (COVs) tales como benceno, tolueno, etilbenceno, xileno, y otros, que causan serios impactos en la salud humana”. Recordemos a propósito, el caso de Lisama 158 y la responsabilidad directa de Ecopetrol, determinada primero por la Contraloría y luego por la Anla. Esta es la “emocionalidad” de la que habla el establecimiento para salir del paso ante la evidencia científica; sería útil formular algunas preguntas: si la misma industria que hoy pretende explotar no convencionales en Colombia no controla adecuadamente sus procesos actuales, ¿Qué podemos esperar del fracking, si necesita muchos más pozos e infraestructura extractiva? ¿Necesitamos más gas cuando el mayor consumidor es la misma industria extractiva? ¿Es esta la transición energética necesaria para enfrentar la crisis climática? Seguramente, el rebaño pro-fracking contestará al unísono: amén.

Tomado de: Las2Orillas