A lo largo de los últimos cinco siglos, se han propagado en el mundo, procesos de urbanización fundados en la racionalidad instrumental de la planeación moderna colonial, en las lógicas de acumulación del sistema capitalista global y en las insaciables demandas de la sociedad de consumo. Es así como en el afán de expandir permanentemente las fronteras urbanas, el agua y la tierra son enendidas como «recursos naturales estratégicos», y puestas a disposición de los intereses delos más poderosos. En ese sentido, se promueven discursos, instituciones, y prácticas para «dominar la naturaleza y el agua», no solo para establecer «soberanía nacional» y controlar territorios y poblaciones, sino también para favorecer la reproducción de capital a través de la producción de mercancías. Sin embargo, las comunidades rurales y urbanas, en particular en Latinoamérica, se resisten a ser catalogadas como «pobres», «alienadas», «ineficientes», «obsoletas» o «subnormales», configurando alternativas concretas de reproducción de la vida y el agua como elemento común.
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