Recorrido por Bruno, el afluente que tiene en jaque la expansión de Cerrejón en La Guajira.

A veces le escurre el agua, otras veces la retiene. Pasan meses en las que se confundiría con un suelo de rocas y en otro tiempo es un caudaloso afluente.

Tras las últimas lluvias, las primeras en varios meses en La Guajira, el arroyo Bruno, más que un camino inerte, vuelve a exponer sus charcos de agua transparente, esos mismos que tal vez en un par de meses cambien por completo de lugar.

Su trazo –que por milenios modeló la naturaleza– será otro para darle paso a la extracción de carbón. A 500 metros del tajo La Puente, que hace parte de Cerrejón, la mina de carbón a cielo abierto que se ubica en La Guajira, el arroyo Bruno ya está muy próximo al avance de la extracción minera.

Pero, además, otras obras ya lo van preparando para su transformación. Máquinas excavadoras, sierras y algunos camiones se observan sobre áreas aledañas al arroyo. Desde comienzos de este año comenzó la tala de cerca de 27 hectáreas y la salida de la fauna y flora que allí habitaba, los dos primeros pasos que tiene que hacer la compañía para comenzar con las obras que correrán 3,6 kilómetros de su cauce 700 metros al norte.

Por ahora, las máquinas frenaron su avance, debido a que esta semana el Tribunal Administrativo de La Guajira le pidió al Ministerio del Interior que revise la consulta previa que hizo Cerrejón a la comunidad de Campo Herrera, que está a cerca de 2 kilómetros del desvío.

La que demandó la consulta fue otra población: La Horqueta 2, que asegura también a ellos les deben preguntar por la suerte del arroyo del que dependen. Cerrejón insiste en que no fueron ellos, sino el mismo Gobierno el que determinó que solo Campo Herrera estaba en la zona de influencia del proyecto, que se hará en la parte baja de la cuenca, a un kilómetro de la desembocadura del río Ranchería, el núcleo hídrico de este departamento semidesértico.

La polémica con otra decena de comunidades, una fuerte campaña en redes sociales, que han movido organizaciones ambientales para que no se desvíe el arroyo ; sumado al historial de tragedias por tres años de sequía en La Guajira, hoy tienen en jaque al proyecto con el que Cerrejón aspira a que su producción llegue a las 35 millones de toneladas de carbón al año. (Además: esta es la petición ciudadana para frenar el desvío).

El plan de los desvíos

Por la tupida vegetación, que hace tres semanas recobró su color verde con las primeras lluvias de mayo, desde la carretera que conduce a Cerrejón – en la Media Guajira– no se alcanza a ver el arroyo Bruno.

Lo sí se alcanza a visualizar es el tajo La Puente, de 230 metros de profundidad, por donde las tanquetas y camiones, tan altos como edificios de 3 y 6 pisos, extraen el carbón desde las laderas de rocas.

Desde las proyecciones de 1998, la vecindad con este tajo marcó el destino del Bruno. En la resolución 670 de julio de ese año, se estableció el plan de manejo ambiental para las operaciones de la mina, el cual contempló el desvío de varios tributarios del río Ranchería como el mismo arroyo Bruno, el Cerrejón, el río Palomino y el Tabaco.

Posteriormente, cuando Cerrejón presentó el plan P40 en 2014 para ampliar su explotación reiteró que estos afluentes podrían ser modificados.

Ana María Llorente, ingeniera ambiental y quien hizo un estudio exhaustivo de los autos administrativos de este caso, explica que la comunidad guajira tiene en su memoria la desviación de hasta 15 arroyos, pero en términos de registros oficiales solo figura el caso de Aguas Blancas, que atravesaba el tajo EWP y que fue desviado a comienzos de los años 90.

“En ese momento dijeron lo mismo que hoy dicen del Bruno: que la afectación era solo en la parte baja, que los impactos eran mínimas, en un recorrido que hicimos… resulta que hoy el arroyo no existe. Hay un pequeño caudal en épocas húmedas, pero es lo que escurre nada más”, dice Llorente.

Cerrejón asegura que el afluente se comporta igual que antes de su modificación. En eso lo respalda Corpoguajira. EL TIEMPO le solicitó información técnica del caudal y la calidad de agua de este arroyo, para corroborar el estado de Aguas Blancas antes y después de su desvío; no obstante, al cierre de esta edición, la empresa no entregó esa información.

Felipe Rodríguez, del Comité Cívico por la Dignidad de La Guajira, coincide con Llorente al explicar que uno de los temores de la comunidad es que se repita la historia del Aguas Blancas con el Bruno y que con la expansión de Cerrejón haya más cambios en los cauces.

La respuesta de la empresa es que por ahora solo se contempla la modificación del Bruno y otra desviación en uno de los meandros del arroyo Cerrejón; sin embargo, en los planes de hace 18 años ya está el permiso para otros expansiones y solo faltaría que la empresa presente los diseños de detalle ante la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla) para que pueda hacerlo.

Acuíferos,  los almacenes de agua invisibles

¿Por qué desviar al Bruno? Cerrejón afirma que necesita ampliar el tajo La Puente, en el norte de su concesión, para llegar a la producción de 35 millones de toneladas de carbón, una meta que por ahora no alcanza, ya que está en 33 millones. Dice también que la modificación del arroyo es, de hecho, una medida preventiva de su plan de manejo ambiental: “El tajo viene avanzando hacia el agua y está bastante cerca”. Además que realmente no se va a afectar la cuenca alta del arroyo, que es donde hay líquido de manera permanente.

Las voces contrarias insisten que se trata de una estrategia para extraer la importante reserva de carbón que se ubica debajo del lecho del afluente.

Las explicaciones a ese punto por parte de Cerrejón no son muy claras. Según los técnicos, el arroyo se corre 700 metros, porque ya está a 500 de las actividades del tajo, lo que permitiría que “la pared del tajo pueda volverse inestable y el flujo de agua podría llegar al carbón”.

Al correrlo, el tajo podría expandirse más de 130 hectáreas, que serían explotadas por la empresa, según un cálculo previo que le entregaron a este medio.

Con esta ampliación, paradójicamente el nuevo tramo del Bruno también quedaría a cerca de 700 metros del tajo, es decir, guardaría una distancia similar a la que hoy ya tiene el cauce natural con el estado actual de la mina.

Cerrejón es enfático en señalar que no se va a explotar el carbón debajo de donde hoy va el hilo de agua; no obstante, tampoco hay exactitud entre la distancia que habría entre las obras de extracción y los acuíferos del arroyo. “Eso dependerá de la inclinación que tengan los mantos”, explicaron.

Los acuíferos son precisamente el meollo de esta problemática ambiental. En palabras sencillas, Julio Fierro, geólogo y catedrático de la Universidad Nacional, explica que un acuífero es la formación geológica que permite que el agua penetre, fluya y pueda ser aprovechada por los seres humanos.

“Hay una relación entre las aguas subterráneas con las superficiales. Unas alimentan a las otras. Ese es un aspecto clave, porque ahí este concepto técnico tiene implicaciones legales. Si los arroyos alimentan los acuíferos, entonces no se pueden mover, porque si se hace, se viola la Ley 99 de 1993, donde se estipuló que las zonas de recargas serán objeto de protección especial”, explica Fierro, quien agrega que en el estudio de Cerrejón “no hay un solo renglón al respecto en el estudio del 2014”.

El equipo técnico de Cerrejón le explicó a EL TIEMPO que sí hay una relación entre los acuíferos y el arroyo Bruno. “Sí, efectivamente, se utilizó el mapa geológico de La Guajira para determinar cuáles acuíferos estaban en el proyecto.

En época de lluvia el agua que viene superficial desborda y recarga el acuífero, y en época de verano es al revés. El agua que viene por debajo empieza a recargar la de superficie”.

Cerrejón agregó que el nuevo tramo por el que iría el Bruno también es terreno de acuíferos, pero que tienen una permeabilidad diferente. “Entonces la relación en el caudal varía. En verano la relación arroyo- acuífero se va a disminuir en 4,4 litros por segundo. En invierno, pasa al contrario, el desbordamiento no se va a filtrar tanto, sino que seguirá por la superficie 10,47 litros por segundos”.

Básicamente lo que se quiere decir es que como ya no se tendrán los acuíferos en verano habrá una disminución del caudal y en invierno no se recargarán de la misma manera estos almacenes de agua, porque más agua irá por la superficie.

Además del agua, la otra preocupación es que en el lecho del río existen ecosistemas denominados hiporreicos, que básicamente son fundamentales para la generación de nutrientes que posteriormente le dan vida al resto de la fauna del río.

“Para que esos ecosistemas se desarrollen se necesita tiempo. ¿Cuántos años tienen el arroyo Bruno y el río Ranchería? Entre 1 y 2 millones de años, según el mismo Cerrejón”, puntualiza Fierro.

La comunidad

Carmen Yaneth Sierra Frías, maestra wayú de la comunidad El Rocío, da clases a 12 niños en su escuela de techos de lata y palos de madera, a unos cuantos metros del arroyo Bruno. Ella es una de las vigías ambientales de su comunidad y trabaja con Cerrejón para constituir una asociación comunal que los vuelva los guardianes del bosque seco en la cuenca alta y media del Bruno.

“No estamos a favor ni en contra de Cerrejón. Sabemos lo que tenemos que hacer: reforestar las orillas del río, evitar que sigamos talando los árboles”, explica.

La continua pérdida del bosque seco tropical de la cuenca del Bruno es uno de los factores que inciden en la regulación hídrica de esta zona, por eso la compensación de Cerrejón se enfocará en la conservación de estas áreas y un estudio de la incidencia de las fallas geológicas de la región para que así sea más certera la ubicación de los acuíferos.

Este es el plan que por ahora está estudiando Corpoguajira, que por el momento vigila que efectivamente Cerrejón no continúe con las obras para desviar el cuerpo de agua, que son las que la corporación local autorizó. Como tal la aprobación del desvío del afluente estuvo a cargo de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales.

En un mes el Ministerio del Interior deberá definir si Cerrejón tendrá que consultar o no a más comunidades para desviar el curso del Bruno. Para Cerrejón muchas de las que piden ser tenidas encuenta  realmente no están cercanas al área de influencia del desvío, pero otras voces insisten en que más allá de la distancia hay  una relación cultural con el afluente.

Mientras la situación se define entre las entidades, el Bruno continuará llevando, con los ritmos propios del clima y el viento en esta región semidesértica, parte del agua que tanto escasea en La Guajira.

Por:  Laura Betancur Alarcón

Tomado de: EL TIEMPO