El Caribe colombiano ha sido una región de contrastes marcada por la diversidad de sus paisajes, su abundancia ambiental y cultural, así como su historia, que narra los flujos humanos, económicos y sociales que han conformado a nuestro país. Esta región hace parte de un sistema socioecológico y cultural más grande que se extiende por el Litoral y que cubre otros territorios y maritorios.
El del Caribe colombiano es un extractivismo amplio que extrae ideas, taxonomías, conocimientos y culturas: un proyecto de colonización de las naturalezas que es también un proyecto de sumisión. La pesca industrial, el turismo, las plantaciones, la ganadería extensiva, la minería, la explotación de hidrocarburos y la corrupción, son todas causas comunes del despojo de territorios marinos y terrestres que se intensifican en las nuevas épocas, que se disfrazan de transición y sostenibilidad con las mismas prácticas de compra de líderes y ruptura de lazos familiares, que tratan de horadar las condiciones de un territorio de resistencia, y que en años de articulaciones han pensado una región posextractiva a partir de propuestas de transformación energética socioambientales, culturales y organizativas. Una transición justa que se plantea en tres ámbitos: el reconocimiento del impacto de los proyectos energéticos y la reparación de sus afectaciones; la democratización de la energía; y una transición en temas de género y soberanía que ayude a cerrar brechas sobre poblaciones vulnerables como las mujeres, los campesinos y las poblaciones étnicas. La reafirmación de la fuerza de un Caribe que existe, y resiste.