Autor: Censat Agua Viva
La propuesta de cero neto es indignante dado que mantiene intactas las raíces de la injusticia ambiental, perpetúa la destrucción de territorios para generar riqueza que se concentra entre pocos, mientras el empobrecimiento se multiplica entre millones.
Luego del aplazamiento en 2020 de la conferencia de las partes sobre cambio climático, COP, finalmente en noviembre de 2021 se llevó a cabo su sesión 26 en Glasgow, Escocia. La expectativa sobre esta reunión suele ser alta, teniendo en cuenta que se trata de un tratado vinculante del cual deberían surgir acciones contundentes para detener la crisis climática, pero cada vez los resultados son más decepcionantes. Al concluir la reunión, el secretario general de la ONU afirmó que los acuerdos no son suficientes y que varios objetivos relevantes no fueron alcanzados.
Entre lo que no se alcanzó se cuenta la falta de compromisos reales y ambiciosos para que el incremento de la temperatura global no supere los 1,5ºC, respecto a niveles preindustriales; aunque ese incremento ya signifique serios impactos para la vida en el planeta. Tampoco se logró poner fin a las subvenciones para los combustibles fósiles, apenas se incluyó una endeble referencia a la reducción progresiva del uso del carbón, sin abordar para nada otros combustibles como el petróleo y el gas; cuyas problemáticas son abordadas en las dos editoriales previas de Censat. No se avanzó en la protección de territorios, pueblos y comunidades, menos aún en el compromiso adquirido por las naciones más enriquecidas de destinar 100.000 millones de dólares anuales para apoyar la financiación en materia climática a los países pobres o de medianos ingresos.
Sin duda la conferencia deja resultados, que se pueden presentar de manera abultada, como cuando John Kerry, enviado presidencial especial de Estados Unidos para el clima, definió la declaración final como poderosa, en tanto que el delegado principal de las Maldivas, un país insular que ya sufre los impactos de la crisis climática, afirmó que “este acuerdo no trae esperanza a nuestros corazones”.
Uno de los resultados que hace perder la esperanza es la reafirmación que al llegar a 2050, el 90% de la economía mundial, encabezada por los principales responsables de la crisis climática, se comprometen a alcanzar las promocionadas “emisiones netas cero”. El anuncio es preocupante ya que dicha estrategia hace parte de las denominadas falsas soluciones, porque el engañoso cero en el rótulo, no significa que la contaminación y destrucción vayan a parar o ser cero, sino que podrán ser “compensadas”.
Aunque a simple vista parezcan medidas positivas, el cero neto y la compensación pueden ser peores remedios que la enfermedad que prometen aliviar. En la lógica matemática del mercado de carbono y su compensación, si se pueden mezclar peras con manzanas, inclusive se pueden restar y obtener cero emisiones, aún cuando estas no estén disminuyendo; ¿pero cómo sucede esto? Los grandes contaminadores, que se lucran con la liberación de gases efecto invernadero, plantean que para tener cero emisiones no tienen que reducirlas, ni evitarlas, en realidad pueden mantenerlas o incrementarlas, mientras que dicha contaminación sea compensada con algún proyecto o uso de tecnologías que puedan absorber o almacenar el carbono expulsado a la atmósfera.
Lo anterior significa que una empresa petrolera puede explotar más crudo del que extrae ahora en un lugar, mantener sus ganancias, y pagar una mínima inversión en un proyecto que capture o supuestamente evite emisiones en otro territorio, por ejemplo un monocultivo forestal cuyos árboles al crecer acumulan dióxido de carbono. En estos cálculos no se tiene en cuenta que esos árboles puedan ser talados en seis u ocho años, convertidos en cartones, empaques o similares que terminan en la basura, liberando nuevas emisiones. También se puede invertir en un proyecto REDD, es decir de Reducción de Emisiones Evitadas por Deforestación y Degradación, consistente en pagar para que el territorio con selva de un pueblo indígena o comunidad local se conserve, no talen ni dañen el ecosistema y así los árboles mantengan el carbono que entra a compensar el que la empresa libera en el lugar donde extrae el petróleo o quema sus derivados. En cierta medida funciona como comprar a otro un derecho a contaminar.
No debe perderse de vista que las emisiones no se cortan de raíz, por ende no disminuyen, la palabra cero aparece de restar la contaminación de unos con lo que supuestamente dejan de emitir otros, o con la conservación en sus tierras, que puede venir acompañada de prohibiciones para hacer agricultura, para el uso tradicional del patrimonio natural o incluso para movilizarse en su propio territorio. Pero sobre todo, no debe olvidarse que de ese modo también se mantienen la destrucción, el desplazamiento, la violación de derechos, el dolor generado por la industria y actividades extractivas.
La propuesta de cero neto es indignante dado que mantiene intactas las raíces de la injusticia ambiental, perpetúa la destrucción de territorios para generar riqueza que se concentra entre pocos, mientras el empobrecimiento se multiplica entre millones. De esa manera se mantiene la idea, y la práctica, que unas formas de vida tienen mayor valor frente a otras que se pueden sacrificar, destruir o hacer miserables, todo ello mediante el supuesto de que pueden ser compensadas.
Pero, ¿puede compensarse el jaguar que deja de existir junto con la selva?, ¿cómo compensará la industria la desaparición de los pueblos y culturas que se extinguen junto con sus territorios al paso de motosierras y plataformas petroleras? ¿Cómo compensar aquello de lo que se niega su existencia?