Autor: Diego Alejandro Cardona, Andrea Echeverri-Censat Agua Viva
El término economía verde resulta atrayente y esperanzador para muchas personas, quienes lo asocian con agricultura orgánica, energías alternativas, formas de producción amigables con el medio natural, economías solidarias etc. Sin embargo, su diseño y la forma predominante en que se ha ido promoviendo la economía verde en escenarios nacionales e internacionales, dista mucho de estas expectativas.
La versión que se ha extendido de la economía verde, aunque cuenta con antecedentes previos, emergió con mayor fuerza como respuesta a un momento en que el sistema económico mundial necesitaba salir de la crisis en la que se encontraba, es decir, surgió más de preocupaciones económicas que ecológicas. Con la economía verde se plantearon soluciones de ganar-ganar, en las que los modelos de producción y consumo fueran sustituidos por otros menos agresivos con las distintas formas de naturaleza, generando así nuevos mercados para actuar sobre la crisis ambiental, con la motivación de ganancias económicas.
En principio no está mal pensar en una economía con preocupaciones ambientales; los problemas radican en que el enverdecimiento de la economía implica también la economización de lo verde o la economización de la naturaleza, mejor dicho, se amplía la posibilidad de tratar a la naturaleza, esencialmente, como una fuente de negocios. Estos negocios ya no se tratan solo de explotar a la naturaleza, sino también su “conservación”. Lo anterior significa que la conservación ecológica es viable en tanto es lucrativa; con esta perspectiva, se están definiendo la gestión y el manejo de la naturaleza desde un ámbito externo a las leyes que permiten el equilibrio de los ecosistemas y la reproducción de la vida: el ámbito económico.
Al incorporar el ambiente a la contabilidad, la ecología se entiende como parte de la economía y será en función de esta última que se creen los marcos de decisión que competen a la primera. En otras palabras, quienes más poder económico han tenido, ahora lo tendrán también en materia ambiental. No es de extrañar pues que entre los actores que con mayor entusiasmo se han involucrado en el diseño y aplicación de políticas e instrumentos de economía verde incluimos a las corporaciones o empresas trasnacionales
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