Por: Sofía Rivera, integrante de la Junta Directiva de Censat Agua Viva.
Edición: Laura Berrío y Tatiana Rodríguez Maldonado.
En una tarde de finales de noviembre de 2022, desafiando el frío bogotano, acudimos al Tribunal Administrativo de Cundinamarca. Un compañero de la escuela de apnea y buceo Buconos nos ha convocado para acompañarle en la radicación de una acción popular en la que trabajó junto a abogados y científicas. La invitación es difícil de rechazar, ya que tiene que ver con un lugar sagrado para la escuela Buconos: la maravillosa isla de Gorgona.
Desde octubre ya circulaba en la escuela la petición para detener el proyecto de construcción de la subestación de guardacostas, cuya licencia ambiental se otorgó en diciembre de 2015, durante el segundo gobierno de Juan Manuel Santos, en un tiempo récord y sin proceso de consulta previa. Muchas personas señalan que en la isla no hay a quién consultar. Sin embargo, numerosos seres humanos y no humanos que transitan y peregrinan regularmente a la isla son sus dolientes. Además, este proyecto no es puntual, sino que hace parte de un conjunto de infraestructuras militares en el Pacífico que coinciden con la expansión de la frontera extractiva costa afuera. Desde esta perspectiva amplia, la militarización del Pacífico puede afectar la movilidad de pescadores artesanales y el mar colectivo de Consejos Comunitarios de Comunidades Negras.
La petición para frenar el proyecto cobró nueva vida recientemente por el anuncio sobre el inicio de las obras en enero de 2023. A través del Colectivo Unidos por Gorgona, Sofía Gómez (campeona mundial en apnea), junto al profesor Alan Giraldo, llamaron la atención sobre la falta de claridad del proyecto. Asimismo, el Comité Científico Asesor del Parque Nacional Natural Gorgona y un Conjunto de Buzos manifestaron su desacuerdo con las obras que, además de la subestación de guardacostas, contemplan la construcción de un muelle metálico, un radar y obras complementarias en esta zona protegida. La implementación de este proyecto en Gorgona sienta un precedente preocupante por la prelación de intereses militares que afectan las condiciones de vida de una gran diversidad de seres carismáticos marinos y terrestres como las ballenas, el oso perezoso de tres dedos, y el mono maicero cariblanco, y no tan carismáticos y conocidos, como un gran número de insectos y serpientes. Lugares como Gorgona son sagrados porque posibilitan eventos masivos, sincrónicos y anuales de nacimientos, vitales para la continuidad de especies que transitan por el corredor marino del Pacífico Este Tropical.
Con todas estas razones y convencidos de la necesidad de salvaguardar la biodiversidad terrestre y marina, salimos en grupo al Tribunal Administrativo de Cundinamarca. Allí nos encontramos a la senadora Andrea Padilla, al exsenador Jorge Robledo, y a diversas personas que se identifican como parte del Colectivo Unidos por Gorgona. Presentamos nuestra demanda y, en el curso de una hora, el encuentro se disolvió. Sin embargo, un grupo de estudiantes universitarios se unió a nuestro grupo de buzos y partimos juntos hacia un café cercano.
Durante la conversa y el tinto, me entero de que algunos estudiantes vienen de Usme y Bosa, que varios no conocen el mar ni saben nadar. Sus ojos se iluminan cuando les comparto que la apnea permite suspenderse en los cantos de las ballenas y que sus vibraciones tienen la capacidad de penetrar todo el cuerpo. Algunos estudiantes me cuentan que desean certificarse como buzos, pero sus motivaciones para unirse a la acción popular por la defensa de Gorgona son distintas: estudian y hacen incidencia para detener la construcción de bases militares con financiación del gobierno de Estados Unidos en diferentes lugares de Colombia (incluyendo la Amazonía). Aunque en lo personal siento prevención frente a las causas en torno a la soberanía nacional, nuestros intereses se encuentran en el deseo de que Gorgona se mantenga como un lugar no militarizado.
Algunos sectores argumentan que la construcción de la subestación de guardacostas es necesaria porque la pesca ilegal y el narcotráfico en la zona amenazan la vida marina y la soberanía nacional. Recientemente, la periodista Steph Bates publicó un video corto en Twitter donde manifiesta que la subestación mejora las condiciones para la operación de la Armada, la cual ya tiene presencia en la isla desde 1990. Al video le siguen comentarios de expresiones de odio hacia quienes no queremos la subestación, señalándonos como ‘petristas’, ‘mamertos’, e ‘interesados en favorecer a los carteles del narcotráfico’. En lugar de profundizar en la aproximación guerrerista que se soporta en el miedo, deberíamos orientar toda esa energía y talento para imaginar conjuntamente alternativas a la guerra contra las drogas, que en 50 años tampoco ha acabado con el narcotráfico. La ilegalidad ha hecho al negocio más lucrativo y la criminalización de la producción y distribución ha traído mucha destrucción para humanos y no humanos en lugares racializados tanto en Colombia como en los Estados Unidos.
Esta corta historia termina donde empezó: en el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, lugar de reunión de varias personas con intereses que convergen parcialmente. Nuestro encuentro no borra nuestras diferencias. Sin embargo, aquello que nos une pasa por imaginar formas de vida y de relación con el mar que posiblemente no serán con una subestación militar en la isla. Al final, lo que está en juego no es solamente una subestación, sino los imaginarios y futuros posibles para Gorgona y para el Pacífico colombiano.
#SalvemosParqueGorgona
#NoALaBaseMilitarEnGorgona