Editoriales y opinión

La vigencia del reclamo de la deuda ecológica

May 1, 2021 | Editorial - Energía y Justicia Climática

Autor: Censat Agua Viva

El endeudamiento no sólo ha erosionado las finanzas públicas de los países de América Latina, sino que ha dado lugar a imposiciones de políticas de ajuste estructural, afianzando el poder de dominación de las instituciones financieras internacionales (IFIS) y las empresas transnacionales. La inversión extranjera y el endeudamiento financiero se constituyen en las herramientas para ejercer su control. Con la sartén por el mango, las IFIS, impusieron condiciones a los países del Sur para realizar procesos de flexibilización laboral y ambiental, y otorgar mayores incentivos y exenciones tributarias.

El 2 de marzo de 2018 en el corregimiento de La Fortuna, municipio de Barrancabermeja, se produjo un afloramiento de lodo, gas, agua y crudo cerca del pozo Lisama 158 de la empresa Ecopetrol. La Contraloría de la República estimó que más de 550 barriles netos de crudo afectaron inicialmente un área aproximada de 284,5 Mts2 de suelo. Con las lluvias el crudo alcanzó la quebrada Lizama y el agua contaminada fluyó varios kilómetros antes de que la quebrada desembocara sobre el río Sogamoso. Cientos de familias y animales domésticos tuvieron que ser desplazados temporalmente hacia sitios seguros. Los daños fueron incalculables, y muchos, irreparables. Meses antes del accidente, la Contraloría de la República había advertido a Ecopetrol sobre las irregularidades de pozos petroleros abandonados o cerrados, los cuales podrían provocar situaciones como las sucedidas con el pozo Lisama. En un documento dirigido al Consejo de Estado, la Alianza Colombia Libre de Fracking, y algunos congresistas, denunciaron las frecuentes contingencias relacionadas con derrames de crudo y fugas asociadas con pozos abandonados inadecuadamente.

Desastres similares ocurren a diario en otras regiones del continente. En Brasil, el colapso de varias presas de lodos de relave, ocurrido en los últimos años, ha liberaron millones de metros cúbicos de lodos altamente contaminantes que se han vertido sobre los ríos más cercanos afectando cientos de kilómetros de sus cuencas. Decenas de personas murieron bajo el lodo y la mezcla de barros contaminados y agua ha borrado, literalmente, del mapa varias poblaciones aledañas a las minas, destruido cultivos, contaminado aguas y destruido la pesca local y otras formas de vida, antes de que las aguas envenenadas se hayan vertido sobre el mar, ocasionando otro desastre ambiental en él. Los desastres mineros y petroleros son una inmensa deuda ecológica que el Norte Global tiene con el Sur Global. En la medida en que en América Latina se instaló el extractivismo como patrón de desarrollo, la deuda ecológica ha crecido. Porque el extractivismo no solo demanda los bienes naturales que se extraen: también demanda tierra, agua y trabajo humano, provoca impactos y daños irreversibles y tiene un gran costo social para las comunidades sociales a presente y a futuro, así como para otras formas de vida, no humanas.

Simultáneo al crecimiento de la extracción de bienes naturales que en su mayor parte se exportan hacia mercados internacionales, la deuda externa también creció. Un informe del Banco Mundial advierte que, en menos de una década en América Latina, la deuda casi se duplicó, pasando de 1,06 billones de dólares en 2010 a 1,87 billones de dólares. Mientras la deuda pública de América Latina representó en 2008, el 40 % del Producto Interno Bruto (PIB) de la región, en la actualidad, de acuerdo al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), representa el 62 % del PIB, generando graves implicaciones económicas y sociales sobre los países de la región. Se puede decir que el crecimiento de la deuda externa en América Latina en los últimos años está asociado al incremento de la Inversión Extranjera Directa (IED) destinada a proyectos extractivos de la región.

El endeudamiento no sólo ha erosionado las finanzas públicas de los países de América Latina, sino que ha dado lugar a imposiciones de políticas de ajuste estructural, afianzando el poder de dominación de las instituciones financieras internacionales (IFIS) y las empresas transnacionales. La inversión extranjera y el endeudamiento financiero se constituyen en las herramientas para ejercer su control. Con la sartén por el mango, las IFIS, impusieron condiciones a los países del Sur para realizar procesos de flexibilización laboral y ambiental, y otorgar mayores incentivos y exenciones tributarias favoreciendo las inversiones extranjeras. Con la pandemia por Covid-19, se ha evidenciado aún más la crisis de la deuda externa. La inmensa carga económica que implica el servicio de la misma, está dificultando a muchos gobiernos dar las respuestas sociales concretas que las gentes demandan para enfrentar la crisis sanitaria y económica.

La deuda ecológica, un concepto propuesto en los años noventa del siglo XX por movimientos ambientalistas latinoamericanos, en contraposición a la exigencia del pago de la deuda externa por parte de los países acreedores, y como reclamo por los pasivos ambientales, la biopiratería y la usurpación de conocimientos, y el saqueo de los bienes naturales, viene resurgiendo en esta década y se constituye en una herramienta política para la construcción de agendas y acciones. El 2 de junio de 2020 un grupo de organizaciones sociales, activistas y académicos de la región lanzó el Pacto Ecosocial del Sur. Ese pacto reclama la anulación de la deuda externa como un paso a la “reparación histórica, por la deuda ecológica y social contraída por los países centrales desde la Colonia”. El 12 de octubre del mismo año, un grupo de raperas y raperos latinoamericanos, asiáticos y africanos, apoyados por Acción Ecológica de Ecuador y Jubileo Sur Américas lanzaron la canción Deudas Eternas ¡Basta! que denuncia las “Deudas que desangran nuestra tierra y nuestra paz”, como parte de la campaña que viene promoviendo desde, al menos, 2004 por la anulación de la deuda ilegítima: ¡No debemos, no pagamos! ¡somos nosotros los acreedores! En Argentina, activistas y académicos proponen “rehacer el orden económico mundial, que impulse incluso un jubileo de la deuda”.

Urge exigir la anulación de la odiosa deuda externa y reclamar la deuda ecológica a los países industrializados y las sociedades más ricas, que son los mayores causantes de la crisis planetaria. Por eso cantamos con los raperos:

Resistencia de los pueblos que gritamos

¡Libertad!

Es tiempo que reparen, esto tiene que acabar