Por: Sandra Patricia Rengifo López – Equipo de comunicaciones Censat Agua Viva
La región del Gran Caribe ha sido testigo de una rica historia de interacción cultural, política y económica entre diversas civilizaciones. Desde los tiempos precolombinos, cuando los pueblos indígenas dominaban sus mares y costas, hasta la era colonial, cuando las potencias europeas lucharon por imponerse en estas tierras y mares estratégicos, el Caribe ha sido un escenario de encuentro de culturas y lenguas, así como la cuna de una alta diversidad ecológica. Cada país que hoy conforma esta región emergió de un complejo proceso de independencia y mestizaje, formando identidades únicas, pero entrelazadas por una historia compartida de resistencia, que se ha convertido en uno de los lazos más importantes de la región. Al explorar la historia del Gran Caribe, comprendemos no sólo la formación de fronteras nacionales, sino también el espíritu resiliente de sus pueblos alrededor del mar, que se ha visto expresado en los movimientos sociales y ambientalistas, enmarcados en una lucha política por la independencia y la autodeterminación y que han dejado una herencia de resistencias en la región.
En ese sentido, el Caribe, ha sido el hogar de muchos pueblos cuya subsistencia tiene un vínculo fundamental con el mar, que alberga una biodiversidad excepcional, pero que ha enfrentado las consecuencias catastróficas de la crisis climática y la deuda ecosocial acumulada por los usos de un paradigma alrededor del consumo. Esta crisis representa una amenaza constante para la biodiversidad del Gran Caribe, tanto por los acelerados aumentos en los niveles del mar a causa de las altas temperaturas y basuras, como por ser un ecosistema que se ha asumido para la exploración y extracción de combustibles fósiles, que sostienen el consumo energético de los modos de producción de la vida moderna. A pesar de estas amenazas, se sigue ignorando que la biodiversidad representa la vida en todas sus formas, incluida la humana, y que esta vida está interconectada. La desaparición de una de sus formas no afecta solo a una región específica, sino que pone en riesgo el equilibrio de todo el ecosistema que sostiene la vida en el planeta, de allí la importancia de cuidar al Gran Caribe.
En ese marco, surge la iniciativa de la Red Gran Caribe Libre de Fósiles, una red que reúne a más de 20 organizaciones de la sociedad civil de Bahamas, Belice, Barbados, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guyana, Honduras, Jamaica, Panamá, Santa Lucía, Trinidad y Tobago, Venezuela y República Dominicana, quienes durante el mes de agosto de 2024, llevaron a cabo un importante encuentro, cuya organización fue liderada por Quantum Leap (Costa Rica), con el apoyo la Global Gas and Oil Network, en el que se trabajó en torno a una campaña urgente: sensibilizar a la población sobre la necesidad de frenar el avance de la exploración y explotación petrolera costa afuera, para impulsar un modelo sustentable que proteja la biodiversidad y los medios de vida de las comunidades locales del Caribe.
Además de visibilizar la problemática de los combustibles fósiles en el Caribe, este encuentro fue un espacio para pensar en soluciones y construir alianzas estratégicas entre las organizaciones ambientales y las comunidades locales. La única manera de enfrentar los desafíos del cambio climático y la pérdida de biodiversidad es a través de una respuesta colectiva, coordinada y orientada por las mismas comunidades caribeñas.
La campaña de la Red Gran Caribe se presenta como una oportunidad para reflexionar sobre el modelo de desarrollo que queremos para la región. No se trata solo de ver el mar Caribe como un espacio desprovisto de personas y dispuesto a la explotación de nuevos recursos económicos que no habíamos considerado, sino de reconocer su valor intrínseco para la vida y la conectividad ecológica de toda la región. Las decisiones que tomemos hoy, ya sea en favor de la explotación de hidrocarburos o de la protección ambiental, tendrán consecuencias duraderas para las generaciones futuras.
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Un Caribe conectado por la biodiversidad
El concepto de conectividad ecológica ha ganado relevancia porque muestra cómo zonas tan diversas como las del Gran Caribe están íntimamente vinculadas: comparte un vasto ecosistema marino, flujos migratorios de especies y procesos ecológicos que trascienden fronteras nacionales. Es por ello que el impacto de la actividad y eventuales desastres petroleros en un solo país afecta de manera transversal a toda la región.
Colombia, reconocido como uno de los 20 países con mayor biodiversidad en el mundo, con su posición geopolítica en la región, tiene un papel crucial que desempeñar en la protección de estos ecosistemas. Esto ha sido mucho más evidente al convertirse en el anfitrión de la celebración de la Conferencia de las Partes COP16, en donde se han realizado propuestas como la creación de una gran reserva de biosfera transfronteriza, que abarque varios países del Caribe. Esta iniciativa se proyecta con el potencial de garantizar la protección de especies clave y de promover un desarrollo económico basado en la sostenibilidad, que incluya a las comunidades locales como protagonistas. Por su parte, la Red Gran Caribe, estará presente en este espacio, para incidir en la comprensión de esta conectividad y la importancia de tener una mirada transversal de los impactos de la extracción fósil en la biodiversidad y la crisis climática.
Para la iniciativa de la Red Gran Caribe, la transición energética justa no puede ser alcanzada sin un profundo compromiso político y social. La región debe orientarse hacia modelos que privilegien la vida, la biodiversidad y el bienestar comunitario sobre las supuestas ganancias a corto plazo derivadas de la explotación de hidrocarburos (pues en realidad es más probable que se vuelvan activos varados). Este enfoque no solo aboga por el abandono progresivo de los combustibles fósiles, sino también por un cambio estructural que garantice que las comunidades más vulnerables, en particular aquellas que dependen del mar para su sustento, no sean dejadas atrás en el proceso. Al impulsar esta agenda, las organizaciones de la Red están trazando un camino hacia un futuro donde el mar Caribe siga siendo un espacio de vida, resiliencia y conexión entre los pueblos, demostrando que es posible un desarrollo basado en la sostenibilidad, la justicia y la equidad.
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