La energía siempre ha sido un terreno de lucha, en el que las prácticas de uso, distribución y producción se ven determinadas por procesos de confrontación social y política. Larry Lohmann y Nick Hildyard (2014), investigadores de The Cornerhouse, han demostrado que esto sucede incluso con el concepto mismo de ‘energía’. La energía, sostienen, se suele entender como un
concepto abstracto que alude a una sustancia cuantificable y singular, desvinculada de todo tipo de relaciones sociales y ecológicas. Sin embargo, esta concepción de la energía no es una premisa universal, sino que es fruto del desarrollo de un capitalismo industrial basado en los combustibles fósiles y, por lo tanto, siempre ha servido a los intereses de ciertas élites. Según Lohmann y Hildyard, si la energía se concibe de esa manera, es fácil que el tema de la transición hacia una energía baja en emisiones de carbono se convierta en una cuestión de cómo sustituir los combustibles fósiles por unidades equivalentes de energía ‘limpia’, con el fin último de mantener el orden establecido. Sin embargo, hay otras formas de pensar sobre la
producción y el uso de la energía, y ese es, precisamente, el reto que plantea este informe.